Bajo el régimen del general Porfirio Díaz (1877-1911), México había logra­do altas tasas de crecimiento económico, pero ello a costa de un inequitativo reparto de la riqueza y de una creciente dependencia hacia el exterior. La ausencia de espacios para la participación política, la injusticia social para con los trabajadores del campo y la ciudad, así como la concentración de la tierra en manos de unos cuantos hacendados, serían el caldo de cultivo para la reac­ción que transformó al país.

La Revolución mexicana de 1910 constituyó un movi­miento armado que trastocó el orden de cosas existentes para dar paso a un nuevo régimen, con la promulgación de la Constitución de 1917, primera en el mundo en incorporar reivindicaciones agrarias y sociales. México tenía entonces que diseñar las instituciones que le dieran sustento; transitar paso a paso, sobre vías propias y adecuadas a las condiciones imperantes en ese momento.